Lugares Comunes (2002)

lugares comunes

Una de las cuestiones que siempre he admirado más de un director de cine, es la de crear una historia sencilla que te atrape y te haga disfrutar sin necesidad de añadiduras innecesarias. Eso mismo es lo que consigue Adolfo Aristarain en Lugares Comunes. Un director que ha realizado otras obras notables y del mismo corte dramático que esta película, como por ejemplo en Martin (Hache) (1997) o Un lugar en el mundo (1992). Películas en las que los demonios internos de los protagonistas y las relaciones entre ellos mismos son los verdaderos protagonistas de dichas obras. 

En lo que nos concierne a la trama de Lugares comunes, narra la historia de un matrimonio muy unido cuyas vidas se ven sacudidas al darle a él (Federico Luppi) la jubilación forzosa en la universidad, ya que hasta el momento era un profesor de literatura de los que enseñan a pensar y no a obedecer. Y ella (Mercedes Sampietro), una española emigrada a Argentina que se dedica a trabajar como asistenta social y que siente devoción por su marido. Ambos, deciden entonces vender su vivienda en la capital y mudarse al campo, donde se dedicarán a la plantación de lavanda para la extracción de su aceite para perfume. 

Con esta sencilla historia se luce Adolfo Aristarain al darle forma con gran naturalidad, mostrando a sus personajes tal cual son, con sus defectos y preocupaciones, pero también con sus inquietudes económicas y sus miedos típicos cuando llega la jubilación y no tienes nada pensado para ella. Este es su verdadero argumento, lo que ocurre con las vidas de este matrimonio cuyo hijo está en España dedicándose a algo que no les gusta, y los cuales se tienen que dedicar para subsistir a algo de lo que no tienen ni idea, por lo que tendrán que empezar de cero. Todo ello, ocurre sin la más mínima prisa y con las soberbias interpretaciones de los actores ya citados para deleite de cualquier cinéfilo que no busque dramas rápidos, sino tramas más bien que pasan al ritmo al que debería realmente pasar la vida. 

En definitiva, la considero una película notable. Notable por sus estupendas interpretaciones de Federico Luppi y Mercedes Sampietro, y también por la naturalidad con la que la trama es llevada a cabo sin pretender más que mostrar las preocupaciones de nuestros protagonistas; y por llevarlo a cabo además, con mucho acierto, aportando mucha realidad y elegancia en lo que nos ofrece para ser disfrutada por todos aquellos que disfruten de dramas sinceros repletos de la nostalgia de mirar atrás, viendo lo que nunca se consiguió y ya nunca se conseguirá, mientras se mira de reojo el final al que todos inexorablemente nos enfrentaremos algún día. 

PUNTUACIÓN DEL CINE DE RAMÓN 8 SOBRE 10

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