Declaración de guerra (2011)

declaración de guerra

Admirable proeza la que consigue con Declaración de guerra la directora, actriz y guionista Valérie Donzelli. Valiente sin duda a la hora de exponer al gran público una vivencia propia que para cualquiera (y por supuesto también para ella), supone un drama personal de enormes dimensiones. 

Declaración de guerra es sin duda un desahogo familiar, una obra sincera y muy íntima que explica las propias vivencias de la directora, la cual tiene el detalle además, de aportar ciertas notas de humor para -no se si está bien dicho quitarle hierro al asunto-, ya que esa seguro no era su intención; pero sin lugar a dudas, para hacerla más “asequible” a un espectador que sufre; sufre como cualquier persona que sea padre y vislumbre la terrible visión de ver a sus hijos pasar por un infierno de estas características. 

Declaración de guerra, es por tanto, una película sin complejos ni pretensión alguna que cala sin remisión en el espectador, que asiste con asombro y es partícipe lo quiera o no, de un argumento de los que te dejan sin aliento, de los que te toca el alma por muy poco sensible que seas y te hace sufrir de lo lindo, especialmente si eres padre o madre. Con ello, agradeces de todo corazón esos pequeños descansos que te ofrecen en su drama aunque sea inevitable que te choque al pensar, si tú en su lugar harías lo mismo. Aunque eso en realidad, poco importa. No son tus circunstancias, sino las suyas; las de una madre, y también un padre (Jérémie Elkaïm -que por cierto es también el protagonista-) para exponernos lo que fue su vivencia personal de principio a fin y sin ninguna clase de complejos. 

Merece también especial atención los detalles técnicos del film. Los planos y movimientos de cámara en mano, primeros y primerísimos planos que muestran el dolor y la desesperación de sus padres, cumpliendo ampliamente con su cometido. También la fotografía y la música consiguen evocar el sufrimiento de esos padres, aunque también te hacen desconectar cuando ellos así lo pretenden. Y por último, y desde mi punto de vista su mayor fuerte, es el ritmo rápido de la película, casi vertiginoso, que resume la historia en poco más de 90 minutos y del cual agradeces que no se exceda en su metraje más de lo necesario, ya que su dura historia se puede resumir en ese tiempo perfectamente sin necesidad de alargar el sufrimiento del espectador más de lo imprescindible. 

En definitiva, la considero una película dura pero necesaria. Necesaria para ser conscientes de lo que algunas familias sufren al tener un hijo con alguna clase de dolencia inesperada, y necesaria también, para comprender que los padres son humanos cuando algo así les ocurre. Son imperfectos también aunque la situación exija lo máximo posible de ellos, ya que como personas que somos, y defectos que tenemos, no es necesario que nuestra actuación sea perfecta en estos casos, pero si desde luego es indispensable, que simplemente estemos para nuestros hijos cuando estos nos necesiten. 

PUNTUACIÓN DEL CINE DE RAMÓN 8 SOBRE 10

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