Fellini, ocho y medio (1963)

Fellini, ocho y medio (8½) de Federico Fellini es una comedia dramática y surrealista de cine dentro del cine, considerada por muchos cinéfilos como una película de culto. Dirigida con un ritmo pausado y con un estilo sumamente personal e íntimo, es posiblemente la obra más subjetiva del director y probablemente autobiográfica, aunque su realizador no lo deje claro, confeccionando una película en la que se exhibe las excentricidades y falsedades que rodea el mundo del cine, así como también, la crisis creativa que sufre un director en el mejor y más reconocido momento de su carrera, haciéndolo de un modo tan particular e irrepetible que es reconocida como una de las obras más extraordinarias del séptimo arte por la crítica y público más exigente. Realizada de manera perspicaz tiene un resultado eminente que es de visión obligada para los buscadores de las mejores y más recocidas obras del séptimo arte. 

La fotografía en blanco y negro es elegante y exquisita en detalles, confeccionando un trabajo alusivo y visualmente muy atractivo que da confort en su visionado y cautiva al público en una labor inspiradora. La música es clásica en su mayoría, empleando sonidos hipnóticos y bellos que atraen con sus armonías al espectador en una agradable tarea que concluye un perfecto acompañamiento según la acción gracias a la reconocible mano de Nino Rota. Los planos y movimientos de cámara consuman un soberbio trabajo técnico que explota en su mayoría los primeros y primerísimos planos, pero también el reconocimiento, subjetivos, aéreos, grúas, cámara en mano, detalles, avanti y retroceso que transportan y magnetizan al público. 

Las actuaciones son excepcionales y repletas de personalidad. Como protagonista absoluto Marcello Mastroianni está deslumbrante en un genuino papel seductor y con carácter propio, Claudia Cardinale está bella y seductora como es costumbre en ella y Anouk Aimée está convincente en su extravagante tarea, siendo remarcable los acompañamientos de Sandra Milo, Rossella Falk, Barbara Steele, Mario Pisu, Guido Alberti y Madeleine LeBeau entre muchos otros. Para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones distinguidos e impolutos que evocan a la clase alta y a cada personaje según su edad, profesión o estatus social, y que, junto con unos magníficos decorados, te transportan a cada lugar. 

El guion, escrito por el director junto con Tullio Pinelli, Ennio Flaiano y Brunello Rondi, mezcla la realidad con lo onírico y se vuelve más y más surrealista a medida que avanza el film, siendo en parte autobiográfico (cuando el director así lo reconoce), basándose en la crisis creativa de un director en el mejor momento de su carrera, volviendo en ocasiones a su infancia en lo que en parte recuerda por algunos detalles a Ciudadano Kane, solo que en lugar de Rosebud, aquí es Asa-Nisi-Masa, concluyendo un auténtico ejercicio cinematográfico sobresaliente aunque de difícil comprensión. Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz en off al final del protagonista que es una redención y usa para el resto del film diálogos inspiradores y sugestivos a cada país en una impoluta tarea clásica que atrae al espectador. Cabe señalar el montaje creativo e ideológico que se sirve del flash-back recordatorio para poner al público en situación. 

Concluyendo, la considero una obra imperecedera e indispensable en la filmografía del director y en la historia del cine, ya que se centra en culminar una obra de arte y no de entretenimiento que en ocasiones le puede parecer al público más comercial espesa e incluso de difícil digestión, por lo que hay que tener en cuenta que es un film para el cinéfilo más exigente buscador de cine de autor. Muy recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que hacen de Fellini, ocho y medio (8½), un auténtico ejercicio cinematográfico salido directamente de la brillante mente de su director.

PUNTUACIÓN DEL CINE DE RAMÓN 9 SOBRE 10